¡Bienvenidos a un análisis del partido en el Julio Humberto Grondona, bien picante!
¡Qué tal, banda! Espero que estén listos para desmenuzar lo que fue una noche más argenta que escuchar a Charly García en misa. Nos plantamos en Avellaneda, donde *Arsenal Sarandí y Quilmes* dieron un show digno de la mítica rivalidad entre Soda Stereo y Los Redondos… pero sin los hits.
Primera Parte: Un Golpe Directo al Ángulo (del Corazón)
No más habían pasado 14 minutos y ya L. Allende de Quilmes se mandó un golazo como si fuera Messi frente al arco inglés —rápido e indoloro— dejando con cara de “¿qué pasó?” a todo Arsenal Sarandí. Y bueno, así es el fútbol muchachada; uno está tranqui tomando su Fernet y pum, te clavan el puñal.
Luego hubo más amarillas volando que fanáticos dando vueltas por Mendoza después de la Vendimia. Tres tarjetas antes del entretiempo nos pintaron exactamente cómo iban las emociones en cancha: calientes como verano porteño.
Segunda Mitad: El Baile de los Que Sobran
Arsenal intentaba remontar pero parecía tener menos cambios efectivos que letargo electoral argentino. Las sustituciones no sirvieron para revivir al equipo ni medio tanto como lo podría hacer Luis Miguel desde el karaoke barato de Palermo.
Eso sí, vimos cinco substituciones queriendo darle vuelta ¿no? Entre Ayala saliendo por Lucero cuando empezaba la segunda parte hasta Klusener buscando ser héroe sobre Purita – todos quedaban como novela repetida sin final feliz.
Mientras tanto Quilmes conservaba ese 1-0 tan preciado como receta familiar bajo candado. Ni hablar cuando meten esos dos cambios estratégicos cerca del minuto 77 – Machado por Postigo seguido rápidamente por Kalinski entrando gracias a Martínez; gestionaron el tiempo cual viejo astuto jugando al truco sabiendo cuándo cantarse “quiero retruco”.
Al finalizar fueron casi siete minutitos extra regalados por J. Baliño (el árbitro), quien tenía claro eso de “más estira’ este asunto” sino queda chico para tantas esperanzas cortadas ahí mismo.
En conclusión mi gente hermosa:
Este match terminó siendo más previsible que almuerzo domingo con pastas caseras pero aún sigue mejor guardado ese único gol logrado tempranito – marcó diferencia mientras nosotros seguimos aquí mirándolo tipo voyerista intelectual detrás pantalla atornillada.
Siguiendo con esta temporada posiblemente tengamos otros encuentros cargados emoción o quizá solo sean bailes recordatorios nostálgicos nuestras mejores épocas futbolísticas acompañadas siempre buena cerveza discusiones eternas sobre quién merece título verdadero ‘Rey Futbol Argentino’.
Hasta próximo posteo camaradas balompédicos! Mantenganse frescos y sigan girando esa pelota aunque afuera mundo quiera meter autogol rutinario diario… ¡Chauuuu!