¡Hola, queridos fanáticos del fútbol! Hoy les traigo el resumen de un partido que fue más emocionante que ver a Charly García en sus días locos por Buenos Aires. Nos metemos en el corazón de Córdoba para hablar del encuentro entre Belgrano y Barracas Central, donde los goles se hicieron desear tanto como la vuelta de Soda Stereo.
El choque tuvo lugar en el Estadio Julio César Villagra, uno de esos estadios con más alma que muchos cantantes nuevos. El árbitro encargado fue C. Gariano, quien seguro habrá pedido ayuda divina a San Expedito para mantener las cosas bajo control porque hubo tarjetas amarillas volando por todos lados al final del juego.
Vamos al grano: terminaron 1-1 después de un baile tan parejo que ni Fito Páez encontraría una melodía adecuada para describirlo. Los piratas cordobeses abrieron la cuenta gracias a N. Fernández, asistido magistralmente por L. Zelarayán a los 31 minutos; pero no pasaron ni cinco canciones pop hasta que F. Tobio igualaba las acciones para Barracas Central, dando créditos también a J. Candia por su asistencia.
La segunda parte se destacó más por los cambios y tarjetas amarillas – repartidas como pan caliente en misa dominical -, mostrando cuánta tensión había en campo rival sin necesidad de llegar al golpe bajo (literal). Entre sustituciones estratégicas y algún que otro intento fallido de cambiar el resultado, ambos equipos demostraron tener más agallas pero menos puntería.
Belgrano y Barracas nos ofrecieron un festival de advertencias desde T. Ostchega hasta M Troilo marcándose mutuamente con todas esas tarjetas amarillas; era evidente que nadie quería ceder terreno… o tal vez solo seguían una coreografía muy bien planeada digna del mejor tango arrabalero.
Al finalizar este acto futbolístico lleno de picardías tácticas y duelos personales —con un arbitraje quizás puesto más a prueba que nuestra paciencia esperando ese segundo gol— podemos decir sin miedo: ¡qué partidazo! Pero claro está… acabamos justo donde empezamos: empatados y todavía buscando ese héroe capaz de romper la paridad tan perfecta como una obra maestra incomprendida.
Y así cerramos otra jornada futbolera colmada no sólo con goles sino también con dramatismo propio nuestro folklore nacional hecho deporte… ¿Qué será lo próximo? Solo queda seguir rodando esta pelota impredecible hacia nuestro siguiente encuentro apasionante.