¡Qué tal, queridos fanáticos del fútbol! Hoy les traigo un relato recién salido del horno sobre el partido que se cocinó entre Defensa y Justicia y Estudiantes de La Plata en el glorioso Estadio Norberto Tito Tomaghello. Este encuentro fue como un asado a punto: empezó tranqui, pero al final tuvo su chispa.
Desde el arranque, parecía que ambos equipos estaban más fríos que helado de palito en invierno. La primera mitad se fue sin goles, más aburrida que bailar con la hermana. Pero, como buenos argentinos, sabemos que el fútbol es una caja de sorpresas y, a veces, lo mejor viene en el segundo tiempo.
Los de Florencio Varela, bajo la batuta de su entrenador, empezaron a meter presión como abuela insistiendo para que comas otro plato. Y vaya si les funcionó, aunque el gol se hizo rogar más que novia en altar. Fue recién a los 87 minutos que Gastón Togni, después de una asistencia de Ariel Soto, logró romper la red y poner el 1-0 para Defensa. ¡Golazo, papá! Como diríamos por aquí, fue un gol más esperado que colectivo en día de paro.
Por otro lado, Estudiantes no se quedó atrás en intentos, pero tuvieron menos puntería que yo jugando al dardo con los ojos vendados. Además, se repartieron tarjetas amarillas como si fueran facturas en la panadería un domingo a la mañana. Santiago Ascacíbar y Ramiro Funes Mori, por mencionar algunos, se llevaron su souvenir para la casa.
Entre cambios y más cambios, parecía un desfile de moda en la cancha con tanto entrar y salir de jugadores. Defensa y Justicia usó todos sus cambios, tratando de refrescar el equipo como quien cambia el mate cuando se lava.
Al final, el pitazo de Pablo Echavarría selló el deal, y Defensa y Justicia se llevó los tres puntos a casa, dejando a Estudiantes con las manos vacías como cuando vas a buscar facturas a última hora.
Así que, queridos, este partido tuvo de todo un poco: emoción al final, tarjetas a lo loco y un gol que valió oro. Ahora, a esperar el próximo encuentro, ¡y que viva el fútbol, carajo!