¡Qué partidito el de ayer, che! Deportivo Morón y San Telmo repartieron puntos como si fueran empanadas en una peña folklórica
Ayer en la coqueta cancha del *Estadio Nuevo Francisco Urbano, allá por Morón, Provincia de Buenos Aires, se vivió un encuentro digno de esos que te hacen acordar a las viejas épocas de rock nacional: mucho ruido, pasión desbordante y al final… nadie se fue muy satisfecho. El clásico empate a uno entre Deportivo Morón y San Telmo* pareció más un tango cantado por dos que no terminan ni juntos ni separados.
El juegos arrancó más frío que heladera sin enchufar – cero goles durante el primer tiempo. Parecía que los jugadores estaban más para bailar una chacarera lenta que para meter piques cortos. Pero bueno, sabemos cómo es esto: “el fútbol es dinámica de lo impensado”, diría algún filósofo barrial con olor a pasto recién cortado…
Ya entrando al segundo tiempo, ahí nomás saliendo del vestuario (46′), vino la primera movida interesante; Deportivo Morón mete cambio con E. Franco reemplazando al cansadito F. Sanguinetti – movimiento típico tipo bandoneonista cambiándose las borceguíes.
Avanzamos unos minutitos y llega otro toque táctico cuando C. Núñez entra por San Telmo buscando darle otro aire al conjunto isleño (59′). Los cambios siguieron danzando sobre el césped hasta que alguien decidió realmente jugar al fútbol.
Fue entonces G. González quien se mandó una epopeya futbolística anotando a los 71 minutos para poner arriba a los locales – sí señores, ese gol fue tan perfectamente ejecutado como Charly García tocándola suave en uno de sus conciertos legendarios bajo la lluvia porteña.
Pero claro, este sería un cuento demasiado feliz para nuestro amargo folclore balompédico si no hubiera drama ¿no? Apenas habían pasado 14 minutos (85′) desde aquel golazo local cuando I. Lartihrigoyen aparece cual Santo Diablo cruzando toda defensa moronense para igualar el marcador – tanto revuelo solo para volver casi al punto inicial.
La mezcla final incluyó algunos bailecitos estratégicos mas – sustituciones aquí y allá intentandole dar algo diferente pero ya era tarde pa’ cambiar el resultado escrito entre estrofas sudadas e historias contadas desde cada banco técnico.
Al pitido final del árbitro P.Giménez (símbolo supremo de autoridad), ambos equipos abandonaron la cancha compartiendo puntos pero dejandonos esa sensación melódica medio amarga propia nuestros clásicos tangos urbanos donde todos pierden o ganan dependiendo del cristal con que mirés…
Así culminamos otra noche bajo luces tenues celeste-blancas recordandonos aquellas gloriosas batallas deportivas capaces generar emociones encontradas mientras seguimos esperanzados quizá ingenuamente en ese próximo partido donde todo será distinto… O tal vez no tanto.