¡Buenas, che! Hoy les vengo a charlar de un partidito que se jugó en el Estadio Ciudad de Río Cuarto. Se enfrentaron Estudiantes de Río Cuarto y Deportivo Morón, dos equipos que parecen sacados de una canción del Indio Solari con sus altibajos emocionales.
El encuentro tuvo más amarillas que la discografía completa de Los Auténticos Decadentes. A los 15 minutos ya empezaban las advertencias cuando F. Lorenzon, del Deportivo Morón, recibió la primera tarjeta amarilla; seguro estaba tan perdido como turista en La Boca durante un día de partido. No pasó mucho hasta que S. Ojeda y R. Reynaga decidieron sumarse al club del “me gusta vivir peligrosamente”, ambos también galardonados con su propia tarjeta amarilla.
La música siguió pero cambiamos a cumbia porque lo que vinieron fueron cambios tras cambios como si fueran bandoneones en mano de Piazzolla: M. Ruiz fue sustituido por S.Ojeda para darle algo fresco al equipo local allá por el minuto 37.
Entrando al segundo tiempo, parece que alguien decidió prender el ventilador porque llegaron más substituciones rápidas y furiosas —y no estoy hablando de Vin Diesel— sino del flaco Ferreira y otros más entrando a ver si cambiaban el destino inevitablemente aburrido hasta ese entonces.
Y justo cuando pensabas irte a poner la pava para unos mates ante tanta monotonía… ¡ZAS!, golazo heroico cortesía de M.Garnerone casi sobre la hora (90+1), dándole finalmente a Estudiantes esa victoria apretada pero dulce como un choripán bien cargado después del recital en Cosquín Rock.
Para cerrarlo todo con broche dorado o mejor dicho amarillo -porque otra vez-, J.Antonini se lleva una tarjetita recordatoria justo antes del pitazo final.
Así nos fuimos todos pensando qué será lo próximo… ¿Acaso estos muchachos harán algún cambio real o seguirán tocando siempre los mismos hits? Solo queda esperar al próximo concierto —digo partido— para descubrirlo.
¡Nos vemos pronto querida hinchada! Mantengan esos corazones listos tanto pa’ sufrir como pa’ celebrar; esto es fútbol argentino después todo, donde cada juego es un verdadero show digno pal Oscar Cortázar (si hubiese uno para dramatismo deportivo).