¡Hola, hinchas del fútbol! ¿Cómo andan? Hoy les traigo una perlita futbolística directamente desde el Estadio Juan Bautista Gargantini en la hermosa Mendoza, donde Independiente Rivadavia y Lanús nos regalaron un empate que tuvo más sabor a empanada quemada que a asado en domingo. No se movieron del 1-1, una parda que ni el mate más amargo de la mañana.
Arrancamos con un primer tiempo más aburrido que bailar con la hermana. Cero a cero y pocas emociones, más tarjetas amarillas que goles. Ramiro Carrera de Lanús se llevó una amonestación a los 16 minutos por una falta que fue más evidente que un choripán en un picnic. Diego Ruben Tonetto de la Lepra no se quedó atrás y también vio el amarillo, dejándonos claro que el partido tenía más pimienta que dulzura.
Ya en el segundo tiempo, la cosa se puso picante como chimichurri en chorizo. Apenas arrancando, a los 46 minutos, Nicolás Retamar de Independiente Rivadavia metió un golazo que despertó a todos los mendocinos, y por un momento el estadio sonó más fuerte que cacerola vieja en protesta. Pero Lanús no se quedó de brazos cruzados, y a los 71 minutos, Walter Bou, con la precisión de un asador que da vuelta un costillar, empató el partido con un penal tan bien ejecutado que merecía un brindis con un buen Malbec.
A partir de ahí, los cambios fueron más frecuentes que promesa de político en campaña. Ambos equipos movieron el banco como quien busca el control remoto un día de clásico, intentando darle un nuevo aire al partido. Pero ni con esas hubo quien rompiera el empate.
Y como si fuera poco, para no perder la costumbre, Luis Sequeira de Independiente Rivadavia también se llevó una tarjeta amarilla en el último minuto, sumando más drama al final que novela de las nueve.
En fin, mis queridos, el partido terminó en empate, y aunque algunos se van con sabor a poco, otros celebran el puntito como si fuera gol en la final. Así es el fútbol, a veces más impredecible que clima de Buenos Aires. Nos vemos en la próxima, y recuerden, en el fútbol como en la vida, lo importante es nunca dejar de alentar. ¡Abrazo de gol!