¡Qué tal, muchachos! Hoy vamos a darle una repasada al partido entre San Lorenzo y Lanús
Bueno, bueno, bueno… si pensaban que iban a vivir un concierto de rock con este partidito en el Pedro Bidegaín, les cuento que fue más bien como escuchar un disco rayado de Valeria Lynch: promete pero no termina de arrancar. Y es que estos dos equipos se las arreglaron para dejarnos colgados con un empate 1-1 que sabe mucho a poco.
Arrancamos hablando del árbitro Hernán Mastrangelo (sí, ese mismo), quien parecía estar dirigiendo una misa más que un partido por cómo repartió tarjetas amarillas como panes en la iglesia. Entre los destacados tuvimos a Jhohan Romaña haciendo de las suyas tan temprano como al minuto 36 por mano – nada sutil el amigo.
Y mientras San Lorenzo hacía cambios estilo Miguel Ángel soltando chispazos creativos desde el banco – porque lo único peor que tener mal equipo es no hacer nada para cambiarlo -, Lanús respondía también jugando al misterio con sus propias movidas tácticas. Pero claro, todo muy lírico y poco práctico hasta aquel glorioso minuto 65 cuando Muniain decidió romper la redonda monotonía cantándole un golazo al portero rival cual Charly García sacudiendo el estadio.
Pero ¿qué sería del fútbol argentino sin esos giros dramáticos? Porque sí señores, apenas unos minutos después nos encontrábamos celebrando otro gol… esta vez para Lanús gracias a Moreno – mirá vos qué paridad tienen estos tipos eh!
De ahí en adelante fue una catarata de cartulinas amarillas donde incluso hubo espacio para esa roja directa especial en oferta sobre finales del juego contra Gastón Hernández; seguro estaba preguntándose qué carajo pasaba mientras veían su número subir iluminado junto a “ROJA”.
Para cerrar este festival sin soda ni banquete futbolístico les comento: quedaron uno-a-uno tras añadirse algunos minutitos extras como esos bises inesperados cuando ya todos queremos irnos a casa. Al final ningún ganador claro salvo quizás nosotros los espectadores por haber sobrevivido otra fecha más sin caer rendidos ante tanta mediocridad emocionante.
Así culminó nuestro encuentro gente linda; yo me despido recordándoles seguir disfrutando lo mejor y lo peor del deporte rey aquí o allá donde se juegue.
¡Hasta la próxima metida de pata o genialidad balompédica!